En la orilla del mar de Colônia del Sacramento en Uruguay, Joaquín estaba usando su modesto detector Garrett ACE250 cuando captó una fuerte señal. Curioso, comenzó a cavar y, para su sorpresa, descubrió un cañón del siglo 18 enterrado bajo la arena. Expertos confirmaron: se trataba de una pieza histórica, posiblemente usada en defensa de la ciudad vieja. El descubrimiento impresionado no sólo por la rareza, sino por el simple equipo utilizado. Joaquín, impulsado por la pasión y la honestidad, entregó el hallazgo a un museo local.
"Lo que importa no es el precio del detector, sino el respeto por el pasado", dijo.
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